jueves, marzo 29, 2007

Déficit inspiratorio

A falta de tiempo por escribir algo digno, opto por lo sano, acudir a un material redactado con anterioridad para otra finalidad.
Esto lo escribi como la editorial del diario "Mito Urbano" en septiembre del 2006 para la clase de Lenguaje y comunicación.
Ahí les va:
Jóvenes Reprimidos

La juventud es muy bonita, y puede tener muchas bondades, pero vaya que nos hace pasar rabias. Hay algunas situaciones que nos llevan incluso a desear ser mayores, y todo porque nos discriminan por ser jóvenes. Si entramos a una tienda de ropa con suerte nos dejan verla, y nos miran con cara de "cuando vengas con tu mami te atendemos; ella paga, tú no tienes para pagar". Y algunos micreros son peores, porque nos ven sufriendo en el paradero, y pisan el acelerador, a veces riéndose de nuestra desgracia. Después en nuestros colegios no nos creen que llegamos tarde porque la micro no nos paró, y creen que es la "típica chiva del flojo"; claro, si fuera el jefe el que les dijera eso ni siquiera pensarían en dudar de su palabra, pero nosotros somos jóvenes, ahí está la diferencia.
Y no sólo somos discriminados, también somos reprimidos, incluso en los establecimientos educacionales. El uniforme, el peinado, el color del pelo, los aros, las zapatillas, etc. son ejemplos de represiones. ¿Qué importa si las zapatillas son negras o son blancas con verde y relámpagos amarillos?, ¿Qué cambia si los aros son pequeños o largos?, ¿acaso aprendemos más cuando tenemos la corbata incrustada en las amígdalas? La respuesta es siempre la misma "está en el reglamento del colegio". OK. Y no debería estarlo. Porque lo importante es que tengamos buena presentación personal y andemos limpios, pero no deberíamos dejar de lado la comodidad del estudiante, que es un gran factor al momento de poner atención.
Por lo general los jóvenes no tenemos derecho a pataleo, pero últimamente hemos querido cambiar esa injusticia. Así es como comenzamos expresando nuestros puntos de vista. A más de alguno le debe haber llegado un charchazo por hacerlo, pero no podemos dejar que esto continúe. Y poco a poco los jóvenes dejamos de ser ignorados; pasamos a estar en boca de todos como "los que arman disturbios y tiran piedras". Pero señores, nosotros sabemos hacer más cosas que tirar piedras, y eso fue lo que quisieron demostrar los muchachos que marcharon con sus cuerpos pintados hacia la moneda, un hecho difícil de olvidar para muchos, una indecencia para otros.
El asunto es que ya nos cansamos de ser pisoteados, ya es hora de hacernos respetar, más que mal somos el Chile del mañana, y como se puede ver, tenemos mucho por decir. Por eso sociedad, no nos obliguen a la violencia, escúchennos, que si bien no tenemos la sabiduría de los años, tenemos la audacia de la juventud. No críen jóvenes resentidos, que eso repercutirá el día de mañana con las nuevas generaciones. Ya es tiempo de romper este círculo vicioso, consiguiendo un Chile más respetuoso y unido.
La Directora, una joven más, como tú.

sábado, marzo 10, 2007

Secreto público

Mi vida privada se ha caracterizado por ser pública desde que recuerdo. Cuando iba en sexto básico me gustaba Lomo, y no sólo él sabía, sino que toooodo el curso, y los profesores, y sus papás, y mis papás, y quien sabe quiénes más.
Y así fui creciendo, y esta "propiedad" no variaba, cada vez que alguien me gustaba o me parecía guapo, no se cómo, todo mi curso terminaba sabiendo. Tal vez se debe a que no puedo mentirle a la gente, o que confio demasiado rápido, pero es que mi filosofía es "confía en una persona hasta que te demuestre que no es confiable".
Ahora que entré a la U espero que este mal no me persiga, o sino no sé que será de mí.
Y con respecto a este último punto debo decir que me siento demasiado contenta de ser toda una universitaria. Nunca creí que me sentiría así, y es que tenía tanto miedo de lo que vendría cuando salí del colegio, era como estar en medio de la neblina y no ver nada. Bueno, ahora la niebla se disipo, y veo todo con claridad, y me encanta el paisaje que observo, sólo me queda seguir caminando, hasta llegar a ese cerro tan bonito que se ve en el fondo que se llama felicidad.
Y aún tengo muchos sueños, supongo que ahora poseo la semilla para plantarlos, para luego ver, desde la cima de mi lindo cerro todas esas semillas convertidas en hermosas flores .